Escribir una autobiografía es
una tarea muy complicado ya que por definición, una autobiografía es la vida de
una persona escrita por uno mismo, pero ¿cómo vamos a hacer eso si casi no nos
acordamos ni de la mitad de nuestra vida?
Nací en Pamplona una noche de
octubre de 1993. Supongo que como casi todos, fui a la guardería. Aquí empiezas
a hacer los primeros “amiguitos” y pasa el día comiendo, durmiendo y jugando,
la buena vida. Luego pasas a educación infantil, en mi caso en el colegio Luis
Amigo. Donde lo pasas tan bien en clase que irse a casa supone rabietas, lloros
y alguna que otra bronca por parte de los padres. Avanzan los años hasta que
empiezas a asentar unas bases, unos conocimientos como son leer, escribir,
sumar o restar, en primaria.
Esto en necesario para iniciar
la ESO. Dura
etapa de la vida donde mas que jóvenes parecemos hormonas con patas, pequeños
revolucionarios que intentan oponerse al sistema a su manera, es decir,
contestando a todo el mundo, negándose a hacer lo que te mandan e intentando
hacer lo que en cada momento te viene en gana. Tu vida se centra en los
estudios, pero cuando piensas que después de las clases vas a poder descansar o
estar con tus amigos aparecen tus padres y sus brillantes ideas para ocupar tu
tiempo libre. Estas suelen centrarse en todo tipo de actividades y nunca se les
acaban las ocurrencias. En mi caso toqué un poco de todos los estilos: el
fútbol, el baloncesto y el taekwondo, pero no te apuntan a deportes únicamente,
sino a otras tantas actividades para cultivar la mente como música, pintura,
inglés y francés. La de cosas que se pueden hacer en una sola tarde sin dejar a
un lado la tarea o tener que estudiar para un examen. Luego pasé a bachiller,
bonita etapa donde tus intereses chocan más que nunca con los de tus padres.
Estar con los amigos con los estudios. Además en esta etapa alguno inició, y
otros siguieron, con el historial de salidas nocturnas hasta altas horas de la
madrugada, los porrillos y esas primeras borracheras que casi acaban en coma etílico.
Todo esto ocurre durante los
meses de clase, pero no hay que olvidar los veranos. Estos los intentas pasar
con la familia en las típicas vacaciones familiares a Salou, Madrid, Sevilla,
Oviedo, Santander, Santiago de Compostela y así media península. Tus amigos
ocupan tu día a día, esas noches en la calle, la bajera o esos viajes
culturales que con tantas ganas coges para ir a ver museos históricos cómo en
mi caso han sido Pacha, Botanic, Bataplan y Zul. Aunque lo más importante de
todo el verano para un pamplonés que se precie viene el 6 de julio. Esos
nervios de la noche anterior al chupinazo son únicos.
Después de la etapa del
bachiller y la temida selectividad llegas a la universidad. Por suerte o no, yo
estudio en mi ciudad y vivo en casa con mis padres. Aquí aprendes a trabajar,
estudiar, sin dejar de salir con tus nuevos amigos que por alguna circunstancia
u otra, acabas queriendo como hermanos. Aunque siempre vigilándolos a las
noches porque alguno siempre le gusta demasiado el mal camino y lo poco gusta
pero lo mucho cansa, y pasarse con el alcohol no es bueno.
Lo mas importante es que el
pasado es historia, el futuro un misterio y el presente un regalo.
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