Cuan diverso y
extenso es hablar de los estilos de vida, tanto, que no sé por donde empezar. Y
es que la dificultad reside en que cada uno de nosotros tenemos una manera
propia, única e irrepetible de afrontar la
realidad de nuestras vidas; no obstante, aun teniendo unos estilos
independientes unos de otros, todos ellos se rige por el patrón europeo de
conducta.
El modelo
europeo es el de la realización personal definida por el trabajo. Parece ser que
lo que se busca es el dinero y el éxito laboral como base de nuestra felicidad.
Vivimos en la cultura del éxito, la cual te obliga en cierta manera a tener que
ser emprendedor y trabajador para triunfar. El respeto te lo tienes que ganar
con tu sudor, literalmente. En muchas ocasiones aquellas personas que han sido
exitosas acaban por convertirse en mezquinas, avariciosas y antisociales. Esta búsqueda
insaciables del éxito, el intentar llegar a ser el primero sea como sea, les
lleva a centrarse en ellas mismas. Se
acaban olvidando de quienes son realmente y quienes les rodean, dejando a un
lado las relaciones personales. No podemos pasar por alto que los seres humanos
somos seres sociales por naturaleza y la carencia de las relaciones entre
nosotros nos lleva a la deshumanización. Es esencial el contacto humano con otras
personas para recordar quiénes somos, qué es lo que nos define.
Desde pequeños
se nos procura inculcar una serie de valores. En dicho intento muchas veces he
oído la frase “tienes que estudiar para que en un futuro puedas llegar a ser alguien en la vida”,; evidentemente en
esta y no en la espiritual. En la jerarquía de valores prima el esfuerzo, el hincar los codos para
conseguir estudiar esto o lo otro, antes que el cultivarse para ser buena
persona. Lo peor es que parece que somos mejores o peores dependiendo de si
hemos estudiado en esta o en aquella universidad.
Sí, vivimos en
países desarrollados tecnológicamente, pero que se han ido subdesarrollado y
deteriorando personal y socialmente con
el paso de los años. Y digo subdesarrollados y deteriorados porque las buenas personas, felices, tengan más
o tengan menos, brillan por su ausencia; si bien es cierto, la crisis esta
haciendo que poco a poco afloren de sus escondites; principalmente porque aún
existen personas que se responsabilizan del deterioro de los demás .El
deterioro social ha llegado a limites tales que, por ejemplo, quién no ha oído
a alguien llorar diciendo que su vida no
valía nada, incluso, que quería morirse porque se le había roto su móvil de
ultima generación, preocupada por la bronca de su padre. Cuando oyes algo así
te das cuenta de lo preocupante de nuestra situación, en la cual cada uno, para
si mismo, es el ombligo del mundo.
Estos estilos
de vida materialistas, individualistas o que solo buscan el éxito, contrastan
mucho con los estilos de los países en vías de desarrollo donde no tienen nada prácticamente.
Allí lo primordial es la supervivencia, tener algo que beber o algo que
llevarse a la boca es tan básico que no
siempre esta a la orden del día. Sin embargo, lo que más me impacta es que
cuando les ves en reportajes casi siempre tienen una sonrisa en la boca. Entonces
es cuando me pregunto ¿son realmente felices?, ¿la felicidad lo da no tener
nada que perder? O ¿se es más feliz cuanto menos tengas que perder?
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